En el majestuoso escenario de la Terraza Caffarelli del Ayuntamiento romano, el portugués José Mourinho dio el pistoletazo de salida a su experiencia como entrenador del Roma con su habitual carisma. Con tono calmo, tranquilo, pero decidido, pidió tiempo para construir a un equipo ganador y no dudó en lanzar dos dardos para reivindicar su posición.
La victoria no le obsesiona, sino obsesiona a sus detractores, asegura. Solo está centrado en trabajar al 100 % por el bien del Roma, consciente de que viene a la capital a aportar su currículum y de que "es víctima" de los grandes éxitos que tuvo en el banquillo de clubes como el Oporto, el Inter de Milán o el Chelsea.
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Su fichaje por el Roma, anunciado a principios de mayo, disparó el entusiasmo en la capital. Las cuotas del club en la Bolsa milanesa se dispararon y sus amantes hasta la dedicaron un mural en el céntrico barrio de Testaccio, todo un feudo del romanismo.
Pero también hubo quien expresó sus dudas sobre la decisión de la directiva, que invirtió en un entrenador que en los últimos años no ha logrado resultados importantes como los de su pasado.
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Logros
Primer mensaje: "Soy víctima de lo que hice, de la forma en la que me mira la gente. Lo que para mí es un desastre, para los demás es fantástico", afirmó Mourinho, antes de agregar detalles.
"Mis últimos tres clubes: título con el Chelsea, tres copas con el Manchester United, una final con el Tottenham. Llegué que iban duodécimos y acabamos en Europa. Lo que para mí es un desastre, otros nunca lo hicieron en la vida", dijo.